ALFONSINA STORNI

Por Marcela Hourmilougué

La familia Storni Martignoni viaja desde nuestra provincia de San Juan hasta Lugano -Suiza- donde nace la tercer hija el 22 de mayo de 1891, Alfonsina, quién llevara el nombre de su padre: «me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo» comentó la poeta a su amigo Fermín Estrella Gutiérrez

A los 5 años la familia regresa a la Argentina y vuelve a instalarse en la provincia de San Juan pero los proyectos cerveceros no resultan y se mudan a Rosario donde la madre abre una pequeña escuela domiciliaria, y con un gran esfuerzo familiar instalan el «Café Suizo», cerca de la estación de tren, pero el proyecto fracasó. Alfonsina lavaba platos y atendía las mesas, a los diez años.

En 1907 llega a Rosario la compañía itinerante de teatro de Manuel Cordero y Alfonsina reemplaza a una de las actrices que había enfermado. Luego, con la autorización de su madre se une a la compañía como actriz para viajar por varias provincias.

«A los trece años estaba en el teatro. Este salto brusco,( …) tuvo una gran influencia sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las mejores obras del teatro (…). Pero casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. (…)».

Cuando regresa a Rosario estudia la carrera de maestra rural y se vincula a dos revistas literarias donde aparecen sus poemas en “Mundo Argentino”, alcanzando resonancia hispanoamericana.

Al terminar el año de 1911, decide trasladarse a Buenos Aires y al año siguiente nace su único hijo Alejandro, sin padre conocido.

Trabaja como cajera en una importante tienda de la época situada en la calle Florida y Sarmiento. Y escribe para la revista Caras y Caretas.

En 1916 a pesar de las penurias económicas publica “La inquietud del rosal” , se relaciona con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Su situación económica mejora. Hace frecuentes viajes a Montevideo, donde conoce a la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y al que será su gran amigo, el escritor también uruguayo Horacio Quiroga.

En 1918 Alfonsina recibe una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas, junto con Alicia Moreau de Justo y Enrique del Valle Iberlucea.

Al año siguiente Amado Nervo llega a la Argentina como embajador de su país, y frecuenta las mismas reuniones que Alfonsina. Ella le dedica un ejemplar de La inquietud del rosal, y lo llama en su dedicatoria «poeta divino».

En 1923 es profesora de Lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Dos años después publica Ocre, que marca un cambio decisivo en su poesía. La temática amorosa, también se liga al feminismo. La soledad y la marginación hacen mella en su salud, y a veces la neurosis le obliga a dejar su puesto de maestra de escuela.

Hasta la casa de la calle Cuba llega una tarde la poeta chilena Gabriela Mistral, quien se sorprende con agrado ya que le habían dicho que Alfonsina era fea, luego relata el encuentro en El Mercurio: «Extraordinaria la cabeza, pero no por rasgos ingratos, sino por un cabello enteramente plateado, que hace el marco de un rostro de veinticinco años».

Alfonsina intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y su participación en el gremialismo literario fue intensa.

Entre 1930 y 1934 realiza varios viajes a Europa y ello motiva una evolución hacia un lirismo libre, dramático y descarnado y de una audacia erótica insólita para la época

En la Peña del café Tortoni de Buenos Aires conoce a Federico García Lorca y le dedica el poema, «Retrato de García Lorca”

Dos días antes de cumplir los 43 años de edad Alfonsina fue operada de un cáncer de mama lo cual le deja grandes cicatrices físicas y emocionales. Agravando su enfermedad de depresión y ataques neuróticos, así que se recluye y evita a sus amistades.

En 1937 se suicida Horacio Quiroga y ella le dedica un poema de versos conmovedores y que presagian su propio final:

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...

El Ministerio de Instrucción Pública del Uruguay organiza en enero de 1938 un acto en el que reúne a las tres grandes poetas americanas del momento, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral.

Hacia mitad de ese año aparece Mascarilla y trébol y una Antología poética con sus poemas preferidos.

Los meses que siguen fueron de incertidumbre y temor por la renuencia de la enfermedad: Alfonsina padece cáncer terminal.

En octubre viaja a Mar del Plata. Desde allí, envía tres cartas: una a su hijo, Alejandro; otra a Gálvez, para que procure que a su hijo no le falte de nada, y un "Poema de despedida" al diario La Nación:

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.


Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.


Déjame sola; oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases


para que olvides... Gracias... Ah!, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.

Hacia la 1 de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938 Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió al mar. Esa mañana, dos obreros descubrieron el cadáver en la playa. Aunque los biógrafos aseguran que saltó al agua desde una escollera, la leyenda es que se internó lentamente en el mar.

Años después Ariel Ramírez y Félix Luna, escribieron el tema que ha sido interpretada por innumerables músicos “Alfonsina y el Mar”